martes, 6 de agosto de 2019

Vrenelisgärtli 2.904m (T4, PD, II)


Distancia: 19,45 Km
Tiempo: 11 h 07'
Altitud máxima: 2,904 m
Altitud mínima: 858 m
Desnivel positivo acumulado: 1.250 m
Desnivel negativo acumulado: 2.187 m
Dificultad técnica: T4, PD, III
Track: Wikiloc

Tras un merecido descanso en el Glärnischhütte nos ponemos en marcha a las 6:00 de la mañana. En el cielo, aún se ven restos de nubes de la tormenta de anoche.


Un grupo grande con un guía y algunas otras cordadas somos los candidatos del día, y así, como en una pequeña procesión, vamos remontado el camino que nos lleva al glaciar.


Si bien la ruta en sí no presenta ninguna complicación, por algunos tramos parece que no vaya a caber el camino.


Llevamos menos de una hora caminando y ya tenemos el glaciar delante nuestra.


Parece que hoy todo está saliendo bien (no como ayer) y la alegría se muestra en el rostro de Yiye.


Alegría que por desgracia va a durar bien poco porque al abrir la mochila para sacar cuerda, crampones y piolets (necesarios para recorrer el glaciar) el bueno de Yiye se da cuenta que se ha dejado los crampones en el Refugio.


Madre mía que papelón tiene el pobre. No se ni que decirle, así que le dejo tranquilo un rato mientras me pongo a hablar con el guía del grupo a ver si llevan unos crampones de repuesto, pero no. Sin embargo me dice que si conseguimos superar la primera pala del glaciar por la morrena derecha, luego se vuelve más tumbado y caminando despacio y asegurado con la cuerda podría hacerse sin crampones.
Cojonudo, se lo digo a Yiye y los dos estamos de acuerdo en intentarlo. De todas formas, para darnos la vuelta aquí, nos la damos unos metros más adelante.

La morrena no es más que un montón de piedras y barro que se deshace a cada paso que damos. Un asco, vaya!
Nuestro avance se hace lento y penoso mientras vemos como los demás ganan terreno mucho más rápida y cómodamente.


Nos lleva más de media hora recorrer unos 500 metros, para hacernos una idea es la mitad de la velocidad a la que avanza una tortuga. Pero una vez en el glaciar de nuevo, viendo que es verdad que es mucho menos empinado, el optimismo y el sol vuelven a iluminar nuestras caras.


Que la cinta americana aguante con la nieve, que si no, con las botas mojadas, a ver quien es el guapo que les vuelve a pegar las suelas. Eso es en lo único que pienso.
Vamos tan concentrados en no resbalar, que cuando nos paramos a mirar para atrás nos cuesta creer que hayamos avanzado tanto.


El glaciar se ha acabado y tanto la cinta americana como nosotros hemos aguantado sin caernos. Hay que celebrarlo.


Pero la cima todavía está lejos.


Lo siguiente que tenemos que hacer es bajar unos 30 metros por un resalte vertical.


Pero sin problemas, porque está perfectamente equipado como una vía ferrata.


Ya solo queda recorrer la arista que nos separa de la cumbre principal, que con nieve y/o hielo tiene que tener su cosa, pero que en seco no presenta mayor complicación que la de no mirar abajo. :-)


Algo que, por otro lado, no puedo evitar.


Yiye viene detrás mía, caminando con la seguridad que le otorgan sus botas con suela de cinta americana. 


Una última trapada de III° como máximo...


Y ya estamos arriba.


En la cima, foto de rigor en el asiento de piedra.


Y de la cruz, que no falte.


Aunque no ha sido una ascensión especialmente difícil, nosotros nos sentimos super contentos por haber ido superando todos los problemas que se nos han ido presentando por el camino. Sin duda hacemos un buen equipo.


Pero esto aún no ha terminado. Ahora hay que bajarse de aquí. Tenemos que desandar todo lo andado y rezar para que las suelas aguanten.
Empezamos destrepando desde la cumbre...


...seguimos recorriendo la arista...


...y remontando la vía ferrata.


Esta era la única parte que presentaba alguna complejidad técnica. Por lo de asegurarse y eso.


El sol ha derretido la capa más superficial del hielo y bajar por el glaciar no supone ningún problema sin los crampones.


De tal modo que al poco rato queda detrás nuestra.


Ya solo nos queda una INTERMINABLE bajada hasta el valle donde espera el coche.


Pasando de las rocas y el hielo a la hierva y el agua.




Que afortunado me siento de poder compartir estos momentos con un buen amigo como tu.


Y por cierto, menuda historia la de tus botas, eh?


Seguro que esta no se nos olvida fácilmente.