jueves, 1 de septiembre de 2016

Via Alpina. Ruta verde. Mi segunda etapa. De Elm a Linthal.


Distancia: 25,43 Km
Tiempo: 7 h 34'
Altitud máxima: 2.263 m
Altitud mínima: 660 m
Desnivel positivo acumulado: 1.526 m
Desnivel negativo acumulado: 1.838 m
Dificultad técnica: Moderada.
Track: Wikiloc


Como si de una Semana Santa se tratase, fue esta una "etapa de penitencia" por algún pecado que debí cometer en alguna vida anterior. Porque de haber cometido uno de tal magnitud en esta vida, seguro que me acordaría.

Dicho esto tengo que aclarar que casi todas las fotos que salen en esta entrada son "prestadas" de internet, ya que mi querido iPhone, que tras el chapuzón del día anterior había conseguido sobrevivir toda la noche, se despidió de este mundo esa bonita y lluviosa mañana de verano. 

Yo mismo me he quedado maravillado del paisaje que me perdí por culpa de las nubes y la lluvia que esa jornada me acompañaron durante todo el camino. Una lástima, aunque tengo decidido repetir la etapa para disfrutarla como Dios manda.

SRF Meteo es la aplicación con la que me informo de la predicción meteorológica aquí en Suiza. Normalmente es de una precisión sorprendente. Con 3 días de antelación te dicen a que hora va a empezar a llover y... oye, que se cumple. Pero alguna vez tenía que fallar, y esa vez, como no, me tocó a mi.

Se preveía lluvia toda la noche hasta las 8:00 de la mañana, que pararía, y poco a poco se iría despejando hasta que sobre el mediodía saldría el sol. Pero a las 9:30 seguía lloviendo. Y no tenía pinta de parar.


Ya tenía decidido coger el Bus que me llevaría hasta Schwanden y de ahí en tren a casa. Donde cambiaría mis cosas mojadas por otras secas para volver de nuevo a la mañana  siguiente y continuar la ruta. Pagué el hostal y salí a la calle. Había dejado de llover y parecía que se abrían un poco las nubes. Vaya, dos horas más tarde de lo previsto pero parece que se acabó la lluvia. En eso que veo que viene el Bus y lo dejo pasar. Quemadas las naves ya solo me quedaba ponerme a caminar atravesando este bonito pueblo alpino que normalmente luce así.


Y que está custodiado por montañas como el Hausstock de 3.158m


Nada más salir de Elm empieza una pronunciada subida hacia Unter Ämpächli. Las vistas hacia el valle que voy dejando atrás son bien bonitas.


Pero no puedo disfrutarlas mucho porque empieza a llover otra vez y mis zapatillas y mis calcetines, que ya estaban húmedos de ayer, vuelven a estar bien mojados. Solo espero que dure poco y que cuando se despeje se puedan ir secando, aunque de momento no voy mal. Solo me da un poco de pena que las nubes me tapen el famoso Martinsloch. Un gran agujero en las montañas que tengo en frente que algunos días del año coincide con el sol y luce así de espectacular.


Una vez superado el fuerte desnivel llego a Hängstboden, que normalmente se ve así.


A partir de aquí comienza una parte de la ruta que debe de ser de disfrutar mucho. Casi sin desnivel y con unas vistas espectaculares.


Pero yo solo veo nubes y me sigue lloviendo. Sin fuerza pero sin pausa.

Y es aquí donde me encuentro lo más insólito (por llamarlo de alguna manera) de todas las vacaciones. Por el camino adelanto a una pareja en plan hippie radical. Descalzos, caminando por las piedras y el barro. Hasta ahí que cada uno haga lo que quiera, vamos, digo yo. Pero lo que no me pareció nada bien es que la chica llevaba un bebé a la espalda que iba igual de mojado que ellos y que seguro que estaba pasando que ya le podrían haber tocado unos papis con un poquito más de luces. Una barbaridad, desde mi punto de vista.

Les pregunté si les podía ayudar en algo y me dijeron que no, que todo Ok. Así que sin otra cosa que poder hacer, seguí mi camino.

Al poco rato se alcanza un refugio de esquiadores llamado Ober Erbs.


Se veían luces dentro y pensé en parar un rato a tomar un café caliente. Casi podía saborearlo, pero sabía que luego tendría que volver a salir a la lluvia y el barro y a buen seguro me iba a costar Dios y ayuda ponerme de nuevo en marcha. Así que seguí caminando.

A partir de aquí comienza otra fuerte subida hacia el Erbserfurggele. Un collado de 2.163 m...


... que da acceso a una altiplanicie donde se encuentra el Wichlenmatt. Un refugio de emergencia por el que no me sentí tan tentado a entrar.


Y eso que estaba empapado. Y las zapatillas se me hundían en el barro hasta los tobillos ya que en estas praderas de altura, o pega fuerte el sol y se secan o se convierten en auténticos pantanales. Pero en estas ocasiones llega un momento en que te das cuenta que ya no puedes ir a peor. Que da igual si se te hunden las zapatillas hasta los tobillos o hasta las rodillas. Que lo único realmente importante es no perderlas cuando saques los pies y en seguir avanzando, que al fin y al cabo es la única manera de salir de las situaciones complicadas. Y así fui chapoteando como un cochinillo feliz en su charca de barro en dirección al Richetlipass 2.261 m. 

Realmente fue una pena no poder disfrutar de un paisaje que con buen tiempo puede llegar a verse así de espectacular.


Si, ya se que la foto tiene un poquito de retoque, pero no me diréis que no es realmente hermoso. Además, el campo de nieve que se ve abajo a la derecha, ese también estaba cuando yo pasé. El resto no lucía así de idílico.

Una vez alcanzado el Richetlipass...


... ya sólo me quedaban algo más de 10 Km, pero con unos buenos 1.600 metros de desnivel negativo que le pasarían factura a mis mojados y maltrechos pies.

Por suerte dejó de llover durante la bajada y poco a poco se iban abriendo las nubes dejando ver el increíble circo glaciar que se abría a mi izquierda y del que sólo he logrado encontrar esta foto en internet y que puedo asegurar que no hace honor a la realidad.


Con semejantes espectáculo para los ojos, conseguí evadirme un poco del dolor de las plantas de mis pies y así fui pasando de las montañas al valle hasta llegar a cruzar este río, donde me metí con las zapatillas puestas para quitarles el barro. 


Las lavé bien y me cambié los calcetines por otros que también estaban mojados pero limpios. Cuando me vi los pies me acordé de cuando era niño y mi madre me ponía las botas de agua los días de lluvia y al volver a casa del colegio tenía los pies blancos y reblandecidos, como cocidos. Pues así estaban.

Continué camino hasta Linthal con la única idea de subirme al tren y tirar para casa a curarme los pies y lavar y secar todas mis cosas, y por supuesto a buscar una solución a lo del móvil, porque para los que nos gusta ir solos a la montaña el teléfono es algo más que una máquina de fotos, es un seguro de vida.

Linthal, como pueblo alpino no es de los más bonitos que he visto, pero el enclave en el que se encuentra...


... ese enclave es imposible describirlo solo con palabras. Hay que ir allí, y yo pienso volver.