miércoles, 15 de mayo de 2013

Bajada por "La Cabra" en MTB


Distancia: 84,96 Km
Tiempo: 5 h 16'
Altitud máxima: 1.353 m
Altitud mínima: 24 m
Desnivel acumulado: 1.556 m
Dificultad técnica: Fácil

Tenía muchas ganas de hacer esta ruta en bicicleta. Aunque el paisaje ha cambiado mucho por culpa de los incendios forestales es un viaje que siempre me ha gustado mucho y me trae buenos recuerdos de cuando era niño y mis padres nos metían en el coche a mi y a mis hermanas junto con un montón de maletas y a veces hasta la olla expres y nos pasábamos medio día viajando con las cintas de Julio Iglesias como banda sonora. Así que, antes de irme de España tenía que hacerlo.


Para que el camino fuera lo más parecido posible al de hace 35 años empecé desde la casa de mi madre y me dirigí hacia Armilla, pero como ahora está la autovía y el Parque Tecnológico de la Salud, acorté por los carriles de la vega para salir directamente junto a la ciudad deportiva de Armilla y desde ahí dirigirme a Alhendín junto a la Base Aérea.


Por esta zona la carretera es prácticamente llana o en ligera subida así que puedo ir con bastante comodidad, tratando de reconocer el paisaje que tanto ha cambiado y por lo que en tiempos fue la carretera de la playa y que ahora es una calle con no mucho trafico.


A los 15 Kms de salir llego al Suspiro del Moro, desde donde se ve por última vez Granada y donde según cuenta la leyenda, el rey Boabdil lloraba la pérdida del reino y de la Alhambra a manos de los cristianos y donde su madre le reprocho con la célebre frase: "No llores como mujer lo que no has sabido defender como hombre". Que jodía la señora.


Es justo desde aquí donde empieza la famosa carretera de la cabra.


Y es también aquí donde me despido de Sierra Nevada.


Para adentrarme el las praderas que esta primavera generosa ha teñido de verde.


Y por la que recorro una carretera en constante subida, pero sin mucha inclinación.


Son aproximadamente las 9:00 de  la mañana y el sol aún no pega, pero al mirar hacia el Este, veo que el hombre del tiempo esta vez no se ha equivocado y que ese "parcialmente nublado" del que hablaba ayer, se está cumpliendo. Eso me va a venir de lujo.


Yo mientras tanto sigo mi continuo pedalear por estos campos tan bonitos, intentando adivinar por donde cruzaré las montañas que se ven al fondo y, eso si, sin pasar nunca de los 90 Km/h.


Y por supuesto, muy atento a la carretera.


A medida que me interno en la zona más montañosa, el paisaje pasa de zona de cultivo a bosque de pino, y la carretera va cogiendo más inclinación.


Hacia el Km 30 decido hacer una parada para ponerme crema solar, comerme una barrita, hacer un pis y ponerme una camiseta de manga corta, que ya hace calorcico.


Para enfrentarme al resto de la subida con renovada energía.


Aunque el paisaje es tan bonito que los kilómetros van cayendo poco a poco sin darme demasiada cuenta.



En la zona alta del recorrido, que se conoce como Los Llanos, la carretera alterna un continuo subir y bajar por una zona de denso pinar.


Y la sombra que dan se agradece bastante, porque cuando da el sol, empieza a picar.


Un restaurante más arriba, donde siempre paraba mi padre para que fuéramos al baño y para tomar algo, me sirve para comprar una botella de agua y beberme una Cocacola bien fresquita.


Junto al restaurante en cuestión, una amplia pradera invita a disfrutar de un balón con los amigos o con los hijos.


Y cuando menos te lo esperas, el paisaje cambia radicalmente pasando de ser horizontal a casi vertical.


Donde empieza lo más disfrutón de la ruta. La larga bajada de unos 20 Kms.


Disfrutar pero sin despistarse un pelo, porque las curvas, lo estrecho de la carretera y el tajo que se abre al lado nos puede dar un susto, en el mejor de los casos.



Así que tratando de vencer en impulso de lanzarme a un rápido descenso bajo la velocidad y disfruto del paisaje.


El cual cambia constantemente.


Entre los restos de bosque de pinos de las zonas altas...


... y el mar al fondo indicándome mi destino.


Al entrar en el valle del Río Verde y contemplar sus pueblos blancos en las laderas de las montañas me parece que estuviera en La Alpujarra.


Cada curva del camino me hace descender unos cuantos metros y ya se nota la humedad y el calor de la Costa Tropical.


Unas Costa Tropical plagada de árboles frutales impropios de estas latitudes. Es lo que tienen los microclimas... 


El calor ya aprieta bien fuerte y árboles invitan a sentarse a refrescarse en su sombra.


Ya abajo del todo siento que el viaje se acaba, ver a la gente caminando por la carretera me saca de esa soledad que muchas veces elijo para mi mis actividades y que tan necesaria es de vez en cuando.


Tenía muchas ganas de hacerlo y realmente ha merecido la pena, al ser menos duro de lo que había imaginado he podido disfrutar disfrutar durante todo el camino y me llevo un buen recuerdo. Se la recomiendo a todo el mundo, eso si, en verano ni se os ocurra.